Y entramos a la milpa. Un regreso a la tierra pensaba yo. Al principio me encantó: quitar las hojas, sacar el elote y tumbar el tallo, mi parte favorita, fue muy liberador. Pero de pronto el maíz se volvió contra mí: me picaba, me rascaba, y de repente sólo fui Alergia. Me ardía el ojo y se me hincharon las manos. Patético. Ya no soy del campo. La ciudad me fastidia, y el campo me rechaza. ¿De dónde soy? ¿A qué pertenezco? Si tengo yo también pelos de elote porque me lastima? Me dio ganas de correr allá donde la milpa crece y la gente se esconde.
Al día siguiente caminamos entre las pozas de captación de agua. Me recordaban a mi mundo, a lo que me rodea. Su espejo era turbio, como el agua puerca de mis ojos. Y tan superficial. Acércate a ellas y sólo verás apariencias. Pero húndete a ver lo profundo y te ahogarán. Los patos lo entendieron bien, se quedan flotando y huyen en cuanto alguién se les acerca. Y yo ya no sé por donde caminar.
La Hermana República de Atlacomulco favorece las consideraciones filosóficas. Lástima que sus políticos no anden más por sus campos.
Al día siguiente caminamos entre las pozas de captación de agua. Me recordaban a mi mundo, a lo que me rodea. Su espejo era turbio, como el agua puerca de mis ojos. Y tan superficial. Acércate a ellas y sólo verás apariencias. Pero húndete a ver lo profundo y te ahogarán. Los patos lo entendieron bien, se quedan flotando y huyen en cuanto alguién se les acerca. Y yo ya no sé por donde caminar.
La Hermana República de Atlacomulco favorece las consideraciones filosóficas. Lástima que sus políticos no anden más por sus campos.