vendredi 30 novembre 2007

Un fin de semana en Atlacomulco

Este fin de semana nos fuimos a Atlacomulco a cosechar el elote. Llegamos bajo el sol. Me encanta cuando los rayos acarician los campos de maíz. El viento soplaba fuerte, lo suficiente para sacudirnos y recordarnos que tan inestables somos. Me quería despertar, mover, una patada en el trasero dada por Eolo.
Y entramos a la milpa. Un regreso a la tierra pensaba yo. Al principio me encantó: quitar las hojas, sacar el elote y tumbar el tallo, mi parte favorita, fue muy liberador. Pero de pronto el maíz se volvió contra mí: me picaba, me rascaba, y de repente sólo fui Alergia. Me ardía el ojo y se me hincharon las manos. Patético. Ya no soy del campo. La ciudad me fastidia, y el campo me rechaza. ¿De dónde soy? ¿A qué pertenezco? Si tengo yo también pelos de elote porque me lastima? Me dio ganas de correr allá donde la milpa crece y la gente se esconde.
Al día siguiente caminamos entre las pozas de captación de agua. Me recordaban a mi mundo, a lo que me rodea. Su espejo era turbio, como el agua puerca de mis ojos. Y tan superficial. Acércate a ellas y sólo verás apariencias. Pero húndete a ver lo profundo y te ahogarán. Los patos lo entendieron bien, se quedan flotando y huyen en cuanto alguién se les acerca. Y yo ya no sé por donde caminar.
La Hermana República de Atlacomulco favorece las consideraciones filosóficas. Lástima que sus políticos no anden más por sus campos.

1 commentaire:

Daemios a dit…

me encantò tu texto amor...

te vi hoy Fred, pero ya te extraño pelos de elote!!!